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Personas y robots uniendo fuerzas son un 85% más productivos que cuando van por separado

En la búsqueda de la máxima eficiencia y precisión, podría parecer que las fábricas están destinadas a una automatización total con una presencia de humanos mínima, ¿verdad? Pero hay factores que contradicen esa lógica. La demanda es cada vez más inestable, el mercado es volátil e impredecible (lo comprobamos a diario tanto en las plantas productivas como en los informativos) y los patrones de hoy pueden no servir mañana. Es porque nos movemos en tierras movedizas que la productividad máxima de las máquinas necesita del ingenio y la capacidad resolutiva de las personas.

Velocidad, precisión y fiabilidad por un lado; creatividad, flexibilidad e ingenio por el otro.

Por tanto, robots trabajando en fábricas, por supuesto. Pero en espacios seguros y colaborativos donde puedan cooperar con los humanos. De hecho, personas y robots uniendo fuerzas son un 85% más productivos que cuando van por separado, según un estudio del Massachusetts Institute of Technology.

Además, la tecnología de las fábricas, propulsada por la inteligencia artificial, se está ganando la confianza de los equipos humanos. Así lo indica un estudio, cuanto menos curioso, de Oracle y Future Workplace, según el cual el 64% de los empleados confían más en un robot que en su jefe. Los encuestados reconocen que las máquinas son insuperables cuando se trata, por ejemplo, de proporcionar información imparcial. En cambio, no tienen nada que hacer frente a los humanos a la hora de forjar una cultura laboral con la que identificarse.

Todo este equilibrio de destrezas y puntos fuertes de personas y robots nos está llevando a una suerte de empate técnico en la presencia de unos y otros en las fábricas. Así lo apunta el World Economic Forum en su informe The future of Jobs 2020: en 2025 la repartición de las tareas será equitativa; un 47% para las máquinas, un 53% para las personas.

ROBOTS TRABAJANDO EN FÁBRICAS: UNA CUESTIÓN DE USABILIDAD

Puesto que la convivencia parece un hecho, toca sentar las bases de esta colaboración. Igual que cuando se forma un nuevo equipo en una empresa hay que conceder un tiempo para que las piezas encajen, cuando “el nuevo” es un robot, no hay para menos.

Habitualmente se pone el peso de la transición en el trabajador. Tiene que formarse para ser capaz de manejar las nuevas tecnologías de la transformación digital. Es cierto. Y empresas e instituciones tenemos que poner toda la carne en el asador para que este proceso de adaptación sea lo más fluido posible, con módulos formativos gratuitos, tecnología puntera en las aulas, prácticas, visitas a empresas, fomento del talento femenino en profesiones tecnológicas, etc.

Pero no hay que olvidar que son las máquinas las últimas que han llegado. Por tanto, son ellas (y sus desarrolladores, claro) las que tienen que hacer un esfuerzo mayor por integrarse y hacerse entender. Lo expresa con clarividencia en The conversation Nancy Cooke, profesora de Ingeniería de Sistemas Humanos en la Universidad Estatal de Arizona: “los sistemas de persona-robot no serán tan buenos como podrían serlo si los diseñadores no entienden cómo diseñar tecnologías que funcionen de la manera más efectiva con gente real”.

Fuente información: www.universal-robots.com

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